Echando la vista atrás y pensando sobre cosas de los ochenta, me vino a la mente un producto que llevaban las personas de cierta edad principalmente y que yo, personalmente no vi lucirlo a ningún joven en su muñeca. Estoy hablando de unas pulseras que se llamaban Rayma. ¿Os acordáis?

Eran unas pulseras de metal, abiertas y en cada extremo tenían unas pequeñas esferas. Las había de acero, bañadas en plata y para los más pudientes bañadas en oro, pero debía ser de muy baja calidad, dado que con el paso del tiempo el metalizado iba desapareciendo, pero… ¿Por qué este boom con este producto?

Según la empresa que las comercializaba, estas pulseras contenían un importante potencial eléctrico que ayudaba a mantener el equilibrio constante entre las vías de fuerza del cuerpo humano que afectan a los músculos, órganos y sobre todo articulaciones y también diferentes dolencias como el reuma.

Aspecto ed la popular pulsera

Con esta palabrería digna de un charlatán del Far West, personas de 40 años en adelante, compraron por millones este producto, intentando solucionar por unos cuantos miles de pesetas sus problemas de salud. Y la verdad que tuvo un grandísimo éxito porque no todo el mundo conocía a la pulsera por su nombre, sino que era “la pulsera contra el reuma”.

Fue casi como una leyenda urbana, aunque jamás se demostró que este producto llegase a funcionar alguna vez, quien la había comprado decía que sí, que notaba mucha mejoría. Pero personalmente pienso que más que nada era un placebo o que simplemente decían eso para que nadie se riera de ellos por haber pagado su precio por algo que no cumple con lo que dice.

El Ying, el Yang, el Chi, los Chakras y una retahíla de palabras que suenan la mar de exóticas fueron agregándose a los supuestos valores terapéuticos de este producto que arrasó en los años ochenta y que vimos lucir a los mayores.

Y lo más curioso… es que hoy en día se siguen vendiendo con el mismo propósito, pero sin el éxito que tuvo en su día.