Vuelvo con el deporte y hoy quiero recordar a alguien que formó parte indiscutible de la historia del deporte de la canasta, especialmente en la NBA. Quiero recordar con todos vosotros a Manute Bol, conocido como el “gigante efímero”.

En los ochenta un joven sudanés se fue a Estados Unidos a estudiar y una vez allí, hablando con sus amigos, dijo que tenía un primo que medía 2,31, lo que llamó mucho la atención de la gente, sobre todo a uno de los ojeadores de la NBA, quien no dudo en ningún momento en volar a Sudán para conocer a aquel grandullón.

Todo fue como la seda y en octubre de 1985 llegaba a Estados Unidos el gigante sudanés de 23 años cuyo nombre era Manute Bol. Provenía de Gogrial, territorio donde vive la tribu de los Dinka, los más altos del país. Era algo exagerado, sus piernas eran casi interminables al igual que sus brazos, pero siempre estaba sonriendo con esa cara de niño grande que le caracterizó siempre.

Ese mismo año fue elegido en el draft de la NBA con el número 31 por los entonces conocidos Washington Bullets y gozó de ser el jugador más alto de la liga hasta que llegó el rumano Gheorghe Muresan con sus 2,32m, con quien compartió trono allá en las alturas.

Manute Bol 2,31m y Spud Webb 1,68m. El más alto y uno de los más bajos de la NBA

Aunque torpe de movimientos y donde siempre parecía que se iba a romper de un momento a otro, consiguió convertirse en uno de los taponadores más importantes de la NBA, de hecho hizo más tapones en toda su carrera en esta liga que puntos anotados, todo un mérito, siendo 2.082 tapones por poco más de 1.500 puntos anotados.

Diez años después y a punto de fichar por los Milwaukee Bucks, decidieron no contar con sus servicios a causa de la artritis crónica que tenía en las rodillas y aquí comenzó su descenso en picado, no solo deportiva sino económicamente también dado que su dinero lo gastaba en coches de lujo especialmente diseñados para el y en varias casas repartidas por el mundo.

Ya en 2004 sufre un terrible accidente de tráfico donde se rompe el cuello, un brazo y una pierna, obligándole a usar un bastón para el resto de su vida. Los dolores en articulaciones eran cada vez mayores y ya en la ruina sus amigos de la NBA Tim Hardaway y su inseparable compañero Chris Mullin entre otros, le ayudaron económicamente para un tratamiento mejor.

Finalmente, a la edad de 47 años se nos iba este mismo año ese gigante que fue ídolo de muchos niños de los ochenta y de muchos seguidores del deporte de la canasta. Descansa en paz Manute.