Continuamos conociendo más sobre el Ferrari Testarossa, uno de los deportivos más aclamados de los ochenta y que contaba con el mismo bloque de cilindros y árboles de levas que su predecesor pero con culatas de 4 válvulas, inyección electromecánica y algo muy novedoso, el encendido electrónico.

Debajo de su capó se escondía una auténtica bestia que rendía nada menos que 390 caballos de potencia, 50 más que el Ferrari BB y además era más ligero, con lo cual era más maniobrable. La suspensión era por triángulos superpuestos y muelles helicoidales y frenos de disco ventilados, lo que hasta aquel momento estaba reservado para los coches de competición.

Era un coche muy deseado por la gente, obviamente por los más adinerados, quienes estaban ansiosos de sentir esa increíble potencia que podía poner al coche de cero a cien en menos de seis segundos, lo que hacía del Testarossa el coche de serie más rápido del mundo por aquel entonces y donde se llegaba a una máxima de 290 kilómetros por hora.

La popular y limitadísima versión cabrio del Testarossa

Muchos pensaron que sería realmente difícil domar a esa bestia como a otros modelos anteriores pero el Testarossa contaba con mayor longitud, mas anchura y era más bajo, lo que hacía que tuviera una gran estabilidad aun a gran velocidad. Además los frenos eran mayores y más potentes, la columna de dirección era regulable y la comodidad era otra de las bazas fuertes de este deportivo donde destacaba también la regulación electrónica de los asientos entre muchos otros adelantos.

En 1992 este modelo dejó de fabricarse para dar paso al F 512TR y no quiero dejar este post sin recordar aquella estupenda versión del Testarossa cabrio, un modelo que solo contó con 3 unidades pero que alcanzó gran popularidad gracias a uno de los mejores juegos de conducción de los años ochenta, el Out Run.