Seguro que como me pasa a mi, a muchos de vosotros os gustarán los juegos de ordenador y sentís una especial nostalgia por juegos que formaron parte de las tardes de vuestra época infantil o ya de adolescencia ¿Me equivoco?

Me gustaban de todas clases y siempre procuraba tener algún juego cada poco tiempo en mi ya desaparecido Amstrad CPC6128. Acción, puzzles y prácticamente todo lo que pasase por mis manos era digno de probarlo por mí mismo y disfrutarlo al máximo, o no. Y recuerdo que algunos de los juegos que más me gustaban eran los conocidos como conversacionales.

Esta clase de juegos destacaba porque la interactividad con el propio juego era totalmente diferente a lo que había en aquel momento y a los que hay ahora. No había una gran acción, por no decir apenas, ni gráficos que nos asombrasen, pero claro, eran los ochenta. Lo que sí había era una gran dosis de humor en la trama de muchos juegos, sobre todo los españoles y la obligación de tener que teclear diferentes palabras acordes con la trama para poder continuar con la aventura.

Una de las escenas del juego

Una de las que más recuerdo se llamaba Don Quijote de la Mancha, una de las más conocidas de la segunda mitad de los ochenta y que cautivó a los apasionados de esta clase de juegos en nuestro país, aunque desconozco a ciencia cierta si llegó a exportarse, dado que el personaje sobre el cual giraba el juego es universal, pero no puedo confirmároslo.

Venía de la mano de Jorge Blécua (EGROJ), un importante programador que había hecho juegos para empresas tan importantes como Dinamic como el “Arquímedes XXI”, lo que se intuía que sería un trabajo de calidad.

En el juego debíamos guiar a tan notable hidalgo y a su escudero por las diferentes etapas de la gran historia escrita por Miguel de Cervantes. Pero para comenzar el juego debíamos hacernos caballero, esa era la primera parte de las dos con las que contaba el juego y hay que destacar que si no se realizaba la primera, la segunda no podía ser iniciada.

Y nuestro objetivo final era el de conseguir los amores de Dulcinea del Toboso, nuestra dama. Pero para ello debíamos ser muy cautos y precisos en las palabras que tecleábamos para que el personaje siguiese hacia adelante sin cometer errores, o de lo contrario…