Hoy traigo uno de los juguetes que más aterrorizaban a algunas personas debido a su apariencia. Era algo que todos los niños adoraban y ansiaban tener entre sus manos y disfrutar lanzándolo contra cualquier cosa, incluidos compañer@s de clase. En su momento se puso muy de moda entre los niños españoles y su finalidad era la de…, esto…, bueno… ¿Cuál era su finalidad?

El Blandiblub era una especie de pasta gelatinosa de color verde que principalmente servía para manosear y estirar, comprimirla y vuelta a empezar. Muchos pensareis que esto era algo realmente estúpido, y ciertamente lo era. Pero las cosas más simples son las que a veces tienen más éxito, como ocurrió en los ochenta con este juguete, por llamarlo de alguna forma.

Tenía una textura pegajosa y un olor que gustaba a todo el mundo, hasta que pasados varios días, esta masa informe comenzaba a atraer cualquier tipo de porquería y además de cambiarle el olor, su color cambiaba radicalmente a medida que se iba endureciendo. Y es que como todo, si no lo cuidas acaba estropeándose; el Blandiblub debía tener unos cuidados, entre los que se encontraba el lavarlo según sus instrucciones cada dos o tres días, para que éste recuperase su textura original.

El viscoso aspecto del Blandiblub

Este curioso juguete se presentaba en un envase simulando a un cubo de basura y era el complemento ideal para todos los niños que jugasen con clicks de Playmobil, Gi-Joes, carreras de coches o cualquier otro juguete para que el Blandiblub pudiera ser el complemento ideal.

¿Quién no recuerda haber tenido o al menos haber tocado semejante entretenimiento de los ochenta? Muchas madres prefirieron no comprar esto a sus hijos no por miedo a que se lo comieran, sino también por que no se lo lanzaran a sus hermanit@s al pelo y después tuvieran que arreglar la broma a tijeretazo limpio, por mantener la integridad de las alfombras, cortinas y sofás de casa y por mil y una razones que nuestra madre se inventaba para no comprarnos el dichoso juguete.

¡Quiero mi Blandiblub!