Lo cierto es que no soy mucho de hacer apuestas pero en esta ocasión apuesto que más de uno de los que seguís este blog habréis jugado a la recreativa que hoy recordamos con todos vosotros, Super Sprint, un divertido juego de coches que inundó muchos de los salones recreativos de la época.

La máquina ya de por sí era bastante grande, con nada menos que tres volantes, algo que nos permitiría jugar contra nuestros mejores amigos y contra un coche que manejaba la propia máquina, que misteriosamente fallaba muy pocas veces y siempre nos ponía las cosas muy difíciles.

Corría el año 1986 cuando este título de la compañía Atari fue lanzado en todo el mundo, arrasando en toda sala de juegos que se preciase y enganchando a muchísimos jugadores dada la gran adicción que provocaba este título.

Lo mejor de todo era su sencillez, simplemente tenías que llegar el primero a la meta en una carrera de tres vueltas a diferentes circuitos y a medida que ibas pasando fases pues la cosa se iba poniendo más difícil, con competidores más rápidos y más peligro en las pistas.

Una de las pantallas de este adictivo juego

Para ayudarnos a mejorar en el juego, cada determinado tiempo encontraríamos en los circuitos unas llaves inglesas de color amarillo, que cuando acumulábamos tres, nos permitía mejorar el coche, en cuanto a aceleración, velocidad o tracción, para así ir poder haciendo frente a nuestros adversarios.

En un principio todo parecía apuntar a que ocurriría como en otras recreativas como por ejemplo el Punch Out!, uno iría mejorando y pasando fases hasta que quedase eliminado, pero mientras tanto los contrincantes iban mejorando y siendo más difíciles, vamos… una espiral sin fin, pero rebuscando información en Internet vi que este juego sí tenía un final.

Había que ganar nada menos que 85 carreras y ello nos daría derecho a competir en una novena pista nunca vista hasta entonces llamada Super Speedway, pero eso era prácticamente imposible. Sobre todo no solo por los competidores sino por los peligros del juego, manchas de aceite, puertas que se abren y se cierran en el momento menos esperado o el mismo fallo de un jugador de equivocarse de sentido hacían que todo fuese un tremendo cóctel de adrenalina.

¿Cuantas veces habremos jugado a este juego?