Nos vamos al año 1983 donde se estrenaba Nunca digas nunca jamás, otro de los títulos de la conocida saga Bond y la cual sería la última en la que trabajaría Sean Connery. Está basada en la versión cinematográfica de la novela de Ian Fleming publicada en 1961 titulada Operación Trueno. Hay que destacar que esta película está considerada como no oficial dado que no formaba parte de la franquicia sobre este personaje, donde los derechos, por aquel entonces eran de EON Productions y United Artists.

En esta ocasión la peligrosa organización SPECTRA se hace con dos bombas atómicas y lanza una amenaza al primer ministro británico con detonarlas en alguna ciudad de Gran Bretaña o de Estados Unidos si no pagan la cantidad que les piden.

Por su parte, M, jefe del MI6, el servicio secreto británico, decide enviar a James Bond para acabar con la organización y así poder evitar una catástrofe nuclear. Para ello es ayudado por una preciosa mujer llamada Domino Petachi, interpretada por Kim Bassinger, quien está comprometida con Maximilian Largo, el agente más importante de SPECTRA, pero Bond desconoce este dato, lo que hace que la tensión de la película aumente no solo por el peligro nuclear sino por la tensión que habrá durante todo el metraje.

Uno de los carteles de la película

Hay que decir que para muchos es la película del agente 007 más floja, en parte porque Connery llevaba 10 años sin interpretar al conocido agente británico, un mal acierto por parte de los productores pero también hay que tener en cuenta que el siguiente Bond, Roger Moore, estaba rodando en esos momentos una de las películas (oficiales) más exitosas de toda la saga, Octopussy.

Respecto al título de esta película la culpa la tiene la mujer de Connery, quien tras decirle su marido que nunca jamás volvería a interpretar a Bond, ella respondió “nunca digas nunca jamás”. Si no la visteis, pues tampoco pasa nada, pero está bastante entretenida, aunque coincido con todas las opiniones, es una de las más flojas de todas las que ha protagonizado 007.