Hoy nos vamos a meter de lleno en el mundo del celuloide con una saga cinematográfica que arrastra a millones de fans en todo el mundo desde el año 1962, año en el que se estrenó la primera película de James Bond, 007 contra el Doctor No, protagonizada por Sean Connery.

Pero no vamos a irnos tan lejos, sino con la decimo sexta película de esta saga, la cual apareció en 1989 y que era la segunda ocasión en la que el actor Timothy Dalton daba vida al más famoso agente secreto de todos los tiempos; se trata de Licencia para matar. (No confundir con Licencia para matar o The Eiger Sanction, película protagonizada por Clint Eastwood)

La película estaba dirigida por John Glen, producida como siempre por Albert R. Broccoli, con la música a cargo del estupendo Michael Kamen y protagonizada por Timothy Dalton, Carey Lowell, Robert Davi, Anthony Zerbe y un joven Benicio del Toro.

Escena donde vemos a Benicio del Toro, Timothy Dalton, Robert Davi y a un chino

En esta entrega de 007, el agente británico se las tendrá que ver para atrapar a un peligroso criminal, en esta, considerada por muchos como una de las mejores películas de toda la saga, repleta de acción, con un Bond taciturno, frío y vengativo, con grandes escenas de acción y el característico humor sutil que siempre ha acompañado al agente.

Todo comienza cuando tras una exitosa operación antidroga, el agente de la CIA y amigo personal de Bond, Félix Leiter, se casa. Pero el capo que detuvo en la operación se escapa y consigue asesinar a su esposa, dejándole también muy mal herido, suficiente razón como para que Bond tome cartas en el asunto.

Pese a ello, su superior le ordena ir a una misión diferente, pero Bond se escapa para ayudar a su amigo y enfrentarse a la mafia de la droga de una isla en Sudamérica y para ello no dudará en poner a prueba su encanto, reflejos y todo lo que esté en su mano, incluidos los artilugios de M, ese inventor chiflado del MI6 que siempre aparecía en las películas. Quizá no pasará a los anales de la historia del cine por ser un peliculón pero sí que cumple con creces su objetivo, entretener.