El deporte es una de esas cosas de la vida que más sigue todo el mundo, especialmente el fútbol, sobre todo en Europa y Sudamérica principalmente. Es el conocido como deporte rey y arrastra a miles de millones de seguidores de todos los rincones del planeta, ávidos de ver un buen espectáculo.

Pero no voy a hablar precisamente de un buen espectáculo sino de todo lo contrario dado que el fútbol tiene su cara más oscura. Nos vamos al año 1980, año en el que se produciría uno de los escándalos futbolísticos más sonados donde nada menos que doce futbolistas italianos ingresaron en la cárcel por el famoso escándalo del Calcio, nombre con el que se conoce a la liga de fútbol italiana.

Además fueron 32 los imputados entre jugadores, un presidente de un club y cinco clubes los que fueron hallados culpables por la Comisión Disciplinaria de la Federación Italiana por ayudar, mantener y propagar las apuestas clandestinas, uno de los hechos más bochornosos del fútbol de los últimos años.

Uno de los episodios más feos de la liga italiana

Esto consistía en apuestas clandestinas, una especie de quinielas paralelas a las apuestas legales, pero que se amañaban. ¿Cómo? Pues de la única forma posible, desde el mismo terreno de juego, siempre en complicidad con los jugadores y probablemente algún árbitro, aunque no quedó completamente demostrado lo de éstos últimos.

Este auténtico escándalo balompédico conmocionó a los italianos y al mundo del fútbol, principalmente en Europa, convirtiéndose en una verdadera crisis deportiva que se extendió hasta los conocidos tifossi, los seguidores italianos, quienes se pusieron de acuerdo y para mostrar su rechazo ante esta situación, dejaron de asistir a los campos de fútbol para animar a sus equipos y los clubes vieron muy mermados sus ingresos en cuanto a venta de entradas.

Un triste episodio del fútbol que hizo que durante bastante tiempo los italianos y muchos seguidores del fútbol de muchos rincones del mundo perdiesen interés por la falta de honestidad de los jugadores y donde lo que debía ser un espectáculo deportivo se convirtió en un acto movido por intereses económicos sin importar lo que pensase nadie.

Un triste episodio deportivo, otro de tantos, que hubo en los años ochenta que muchos ya han olvidado.