Recuerdo con mucho anhelo mis horas de juegos en la calle con mis amigos y vecinos, algo que desgraciadamente es muy raro de ver en nuestros días y hoy quiero compartir con vosotros algunos de los juegos que con poco más que la imaginación nos hacían entretenernos, tanto a las chicas como a los chicos.

Recuerdo que al final de la calle donde vivo era el punto donde todos los más peques (y los no tanto) nos reuníamos para pasar unas horas todas las tardes, bien charlando, contando nuestras cosas de clase, comiendo pipas o también jugando.

Siendo niño lo que más me gustaba era tirarme por el suelo para jugar, con la consiguiente regañina de mi madre por llegar completamente sucio a casa, pero no me importaba, para eso teníamos la lavadora ¿no? (por aquel entonces desconocía el concepto de la palabra ahorro)

En el grupo había chicos y chicas, pero ellas lejos de querer ensuciarse la ropa jugaban a cosas como la comba, la goma, los cromos de la palma (un juego que consistía en poner unos pequeños cromos estampados con diferentes motivos, boca abajo y de una palmada sobre ellos intentar darles la vuelta a los máximos posibles y ese era el premio de cada una, algo así como una apuesta. Y recuerdo también un juego que lo hacían con las palmas de las manos chocando unas con otras mientras cantaban una canción.

Los tradicionales «cromos de la palma»

Los chicos en cambio, aparte de gastarnos el dinero en el quiosco comprando chucherías o los sobres de Monta-Man, teníamos nuestros propios juegos, muchos de ellos basados en el deporte. Por ejemplo, teníamos nuestro propio Tour de Francia o la mejor Vuelta Ciclista a España. Esto consistía en pintar una carretera con una tiza en aquellas aceras antiguas de color gris y llenas de pequeños cuadraditos en relieve; esta carretera estaría acompañada de diferentes obstáculos que harían más difícil la prueba. Pero… ¿cómo se jugaba? Lo conoceréis en el siguiente post.