Cuando Kevin Delevan cumplió quince años le regalaron lo que más deseaba: una Sun 660, una cámara Polaroid perfectamente diseñada para el fotógrafo principiante. Sin embargo, cada nueva imagen tomada por la maldita cámara, aproxima más a la realidad la presencia de una fiera cruel y despiadada. Tal vez nada pueda salvarnos de la amenaza del perro de la Polaroid, cuyo último mensaje parece grabarse en nuestra memoria”.

Este texto aparecía en uno de los libros que durante mi época de estudiante me leí unas cuantas veces, un libro diferente a lo que Stephen King acostumbra a tener para sus lectores. No estoy seguro si su lanzamiento fue a finales de 1989 o ya en 1990, aunque si fue en esta última fecha espero disculpéis la intrusión.

El libro se titulaba Las cuatro después de la media noche y en él se incluían dos historias, la primera se llamaba El policía de la biblioteca y el segundo, del cual voy a hablar, El perro de la Polaroid, un relato que me fascinó y que me leí casi sin pestañear de principio a fin.

Postada del libro

Era una historia sencilla pero me cautivó tanto que acabo marcada en mi memoria. Kevin, el joven al que habían regalado la cámara de fotos comienza a hacer fotografías y gracias a extraños poderes va haciendo cada vez más y más real a un perro de pelaje negro y mirada aterradora.

Fuese lo que fuese lo que Kevin enfocase para sacar una foto, cuando ésta era revelada aparecía la forma del perro, pero cada vez de una forma más nítida, algo que mantiene al lector en tensión por conocer qué es lo que origina esa aparición y que por supuesto no os voy a desvelar para que vosotros también seáis partícipes de este relato.

¿Alguno de vosotros también lo ha leído?