Si hace muy poco os hablaba de las sandalias cangrejeras, de las cuales confieso que mis padres me obligaron a tener unas durante un verano entero, hoy os traigo otra prenda de la que sí puedo decir que me libre y no tuve que pasar vergüenza de llevarla conmigo, cosa que seguro de la que algunos y algunas no podéis presumir.

(Redoble de tambores) El chándal de tactel, ese complemento de moda tan frecuente ver durante la década de los ochenta donde en los patios de los recreos nos dejábamos las córneas intentando mirar a quien llevaba esos chándales con esos colores casi imposibles.

Desconozco la gama de colores que tenían estos, pero siempre coincidía con el fucsia asesino o el verde radiactivo entre otros que también podían llegar a dañar seriamente nuestra visión. Bueno, bromas aparte, según tengo entendido, este material sólo podía ser tintado con esa clase de colores, aunque no estoy muy convencido de eso si no llega a ser por la gama que recuerdo de los mismos.

Uno de los chándal de tactel menos llamativos que he visto

Tuvieron su boom en su momento pero después ya fueron asociados a otra clase de personas, principalmente politoxicómanos y gente que por diferentes razones la vida no les había precisamente sonreído, lo que hizo que esta moda rápidamente cayese en el olvido para los comercios.

Yo tuve mi chándal, posiblemente de mercadillo o quizá no, pero aunque no era de marca, era de un algodón azul marino muy guapo, cómodo y calentito y tiempo después el típico chándal de colegio con las rayas blancas a cada lado. ¿A alguno de vosotros os tocó llevar estos ropajes de tactel?