Era pequeño, muy manejable, siempre nos sacaba de algún apuro que otro y lo mejor de todo es que cuando estábamos aburridos en clase, escuchando el tostón de la profesora de sociales, por ejemplo, podíamos ver las ilustraciones que tenía entre sus cientos de páginas, así era el diccionario Iter Sopena.

Seguro que a más de uno y más de una le habrá venido a la cabeza ese ejemplar de color blanco con unas banderitas en la portada, sí, eso que usábamos en clase de lengua y que teníamos que llevar siempre, al menos a mi me obligaron a ello. Podríamos decir que para muchos de los que cursamos la E.G.B fue nuestro primer diccionario y libro serio.

Con este pequeño ejemplar, del cual siempre nos dijeron una y otra vez que teníamos que cuidar porque otra persona lo podría usar en un futuro, aprendimos un montón de cosas como por ejemplo los músculos del cuerpo, palabras cuyo significado desconocíamos y los más gamberros aprendieron a que sus hojas, finas como papel de fumar, eran ideales para hacer pequeñas pelotitas y lanzarlas con la cerbatana Bic.

¿Os recuerda a algo?

Fue uno de los primeros libros que tuvieron muchos de los jóvenes de la época (yo no, dado que uno de los primeros libros propios que tuve fueron unas ilustraciones infantiles de un dibujante que aún hoy en día me apasiona llamado Richard Scarry, aunque ya falleció hace unos 16 años aproximadamente.

Aprender las partes del cuerpo humano, reconocer a qué país representaba determinada bandera, saber qué animal era el que teníamos ante nuestros ojos y un larguísimo etcétera que seguro que muchos de vosotros recordaréis con nostalgia.