Desde hace unos años, es prácticamente imposible ver cigarros por televisión, al menos en España. En la meca del entretenimiento, Estados Unidos, algunos pilares de la industria, como Netflix, se han propuesto acabar con la presencia de humo en sus contenidos. La idea es clara: el tabaco es malo para la salud y si aparece en las pantallas se corre el riesgo de que la gente joven lo romantice. Los famosos han tomado buena nota de estas tendencias, y hoy en día es difícil cazar a alguno de ellos con un pitillo en la boca, y como mucho recurren a prácticas que aún no llevan colgado un mal cartel, como el uso de pods de vapeo. Pero no hace tanto era común ver a grandes estrellas disfrutar de su vicio con total libertad, haciendo de ello incluso una seña de identidad.

La sutileza del cigarrillo

Pensemos en los años 50: Humphrey Bogart, Gary Cooper, Audrey Hepburn, James Dean… Todos ellos convirtieron el acto de fumar en un símbolo de carisma y elegancia. Unos años después, con mucha más información en la mano, pasó a ser una alegoría del desafío contra lo establecido. Si acudimos a nuestra época favorita, en la industria de la música tenemos al mejor ejemplo en uno de los grandes revolucionarios del momento, David Bowie, que rara vez soltaba el cigarrillo. En el mundillo audiovisual, la década de los 80 comenzó con una de esas películas que no envejecen, Grease: su protagonista Danny, hizo del tabaco un arma de seducción, y su objetivo romántico, la mítica Sandy, quiso atraerlo aprendiendo el noble arte de forma sensual.

El poder emana de los puros

Pero no sólo en el cine pudimos ver cigarrillos por doquier. Si pensamos en una de las series más míticas de la década, El Equipo A, nos será imposible no acordarnos del gran Hannibal con un puro humeante en la boca. Y es que esta fue y es la alternativa de los hombres deseosos de mostrar una masculinidad penetrante. Fuera de la ficción encontramos a dos grandes ejemplos en las figuras del protagonista de Terminator, Arnold Schwarzenegger, y de la leyenda de la NBA Michael Jordan. El primero nunca ocultó su pasión por los habanos, ni en su época de joven estrella de blockbusters, ni en su etapa política ni ahora que está semiretirado. Respecto al gran deportista, es mítica su imagen con un gran puro tras ganar su primer anillo de campeón. Pero si tenemos que elegir a un fumador infatigable, ese es el legendario Jack Nicholson, consumidor de puros y cigarros, y uno de los mejores actores vivos desde que protagonizase la gran película de terror de los 80, El Resplandor.

El tiempo del tabaco ya pasó, y su presencia en pantalla jamás volverá a asemejarse a épocas pasadas. Si bien los pulmones de millones de personas lo agradecerán, y es sin duda una buena noticia para el mundo, muchos echaremos de menos el carisma del cigarro en boca.