Aunque muchos de vosotros penséis que el producto del cual vamos a hablar hoy estaba completamente olvidado y enterrado, tengo que deciros que no. El Tang sigue vivito y coleando tras años y paños en las estanterías de los supermercados y no es porque no lo haya comprado nadie ni mucho menos, poco a poco vuelve a abrirse paso, eso sí, sin la publicidad de antaño.

¿Quién no ha probado un Tang en su vida? Da igual que fuera en los setenta, ochenta, noventa o en esta década en la que estamos. La verdad es que no han cambiado demasiado, el envase y poco más para adecuarse a las normativas alimentarias de la UE.

Es un refresco, peor que otros que podamos encontrar embotellado, pero éste tiene la característica de que lo tenemos que preparar nosotros dado que viene granulado tal como si fuera un sobrecito de medicamento, el cual hay que diluir en agua.

Tang, con tan solo 35 gramos daba para un litro de refrescante bebida

No hay que ser muy listo para decir que para intensificar el sabor se echaba menos agua para la misma cantidad de polvos, aunque hay que destacar que la verdad es que tenía muy poco o nulo contenido de zumo de frutas, aunque fuese en polvo, pero qué importa, los que crecimos en aquella década de los ochenta estábamos acostumbrados a comer chucherías casi radioactivas y que hoy no pasarían ningún examen de control de calidad.

Es algo ideal para recordar cierto momento de nuestra infancia y mucho más barato que las alternativas que hay actualmente en cuanto a refrescos, es algo totalmente diferente y además se pueden mezclar sabores, aunque estoy seguro que desde la compañía Tang no se hacen responsables de los retortijones y demás desarreglos gastrointestinales que podamos sufrir mezclando por ejemplo limón, fresa y melón.

¡Vivan los ochenta!