Nos vamos a 1986 a recordar a la competidora de la Nintendo Entertainment System o más conocida como NES. En esta ocasión recordamos otro producto japonés que se comercializó en todo el mundo por SEGA, otra de las grandes compañías que se disputaban las ventas de videojuegos y de consolas a nivel global.

Sega lanzó al mercado la Master System II, una consola que era la versión internacional de la Sega Mark III y que los más nostálgicos recordarán con cariño, donde destacaban esas formas cuadradas y un aspecto que dista mucho de las consolas de hoy en día.

Era un poco más avanzada que la NES y además compatible con su consola predecesora, la SG-100 y además disponía de una gran cantidad de juegos diferentes, aunque los chicos de Nintendo siempre llevaron ventaja a los de Sega, aunque ésta lanzase al mercado diferentes accesorios como las 3D-Glasses con las que se podía disfrutar de gráficos bastante reales en las versiones de los míticos juegos Out Run.

La SG-1000 predecesora de la Master System

Dado que Sega daba por vencida la batalla en Japón se embarcó en otra empresa más arriesgada, llegar a todo el mundo con la Master System II. Ésta contenía un juego o dos en memoria, dependiendo del modelo y con un juego (según se cuenta) de un caracol, que se activaba con una combinación de teclas mientras la consola se iniciaba.

En Europa arrasó por completo pero no acabó de cuajar en el difícil mercado norteamericano, así que Sega diseñó otra versión con un diseño más atractivo aunque con las mismas prestaciones, pero con un coste de producción más barato dado que se había suprimido la entrada de tarjetas o el botón reset entre otros.

La Master System con los juegos Alex Kidd y Sonic

Tenía juegos realmente adictivos y muy famosos como el mítico Alex Kidd, Sonic the Hedgehog, Ecco the Dolphin, Bubble Bobble, Rainbow Island, Wonder Boy y una lista prácticamente interminable que nos proporcionó horas y horas de diversión con nuestros amigos o jugando en solitario.

Aunque ahora los juegos y las videoconsolas estén mucho más logradas, carecen totalmente de aquel encanto que rodeaba a estas joyas que hoy en día podemos adquirir a precios de risa, pero que forman parte, queramos o no, de nuestra adolescencia allá en los ochenta.