A todos, al que más o al que menos, nos gustan las chucherías y haciendo una retrospectiva sobre lo que éstas fueron en nuestra década favorita, me ha venido a la mente una que aún perdura (por extraño que parezca) en nuestros días, aunque yo puedo aseguraros que desde que era un chavalete allá por los ochenta, no he vuelto a probarlos de nuevo ¿sabrán igual que antes?

¿Quién no se acuerda de los populares Peta Zetas? Seguro que al menos casi todos los españoles que leéis el blog los habéis probado en alguna ocasión. De nuestros amigos latinoamericanos no puedo hablar, dado que no sé si este producto salió fuera de nuestras fronteras, pero lo que es aquí… tuvo muchísimo éxito.

Muchas veces me vienen a la mente recuerdos de bajar a la calle a jugar (si, eso que no se hace ya) con los vecinos del barrio. Mis juegos favoritos eran los de las chapas, donde recogías las chapas de las botellas de los bares, les poníamos plastilina y encima una fotografía recortada de un cromo de un futbolista o incluso un ciclista y todo ello lo echábamos a correr en un circuito o campo de fútbol creado previamente con una tiza encima de la acera.

Peta Zetas, una de las golosinas más populares en los ochenta

Pero bueno, a lo que voy… siempre era algo fantástico tener la oportunidad de ir al quiosco y comprarse una bolsita de Peta Zetas; aquella bolsa de color, a veces rojo a veces rosa, plateada por dentro y rellena de unas “piedrecitas” de color fucsia que cuando las metías en la boca y éstas entraban en contacto con la saliva, producían pequeñas explosiones.

Siempre era el mejor momento para degustar este tesoro de los quioscos, solo o con amigos, abriendo la boca o dejándola cerrada mientras los Peta Zetas crepitaban en ella para nuestro propio gozo y diversión. Lo malo es que cuando este “espectáculo” se acababa nos quedaba una plasta consistente pegada a los dientes y paladar, que si no te molestabas en quitar, tardaba casi media tarde en desaparecer.

Tan famoso se hizo este producto que llegaron a salir varias leyendas urbanas donde una de ella decía que si mezclabas Peta Zetas con cocacola en tu boca de producía… ¡¡¡la muerte instantánea!!! Pero sólo fue eso una leyenda urbana que no logró eclipsar el éxito de esta golosina tan famosa en los años ochenta.