Echando la vista atrás y recordando aquellos momentos tan divertidos que pasábamos en el recreo del colegio, hoy me he acordado de un juego tan simple como entretenido, al menos en aquellos tiempos, y que aunque en muchos lugares era conocido como pollito inglés, yo siempre lo conocí como palomita blanca. ¿Lo recordáis?

Nos juntábamos unos cuantos amigos y elegíamos a uno que se ponía de cara a la pared y los demás nos poníamos a la misma distancia unos tres o cuatro metros detrás. El jugador al que le tocaba pared tenía que decir: ¡uno, dos, tres, palomita blanca es! y mientras tanto el resto de jugadores tenían que acercarse poco a poco y antes de que terminase de decir la frase quedarnos quietos porque en el momento de terminarla se daba la vuelta rápidamente y a quien pillase moviéndose le tocaba volver a empezar.

Un, dos, tres… ¡palomita blanca es!

De esta forma los jugadores se iban acercando y si alguien conseguía llegar a tocar la pared tenía que ir corriendo hasta el punto de partida sin que el chico o chica de la frase le atrapase. Si le atrapaba le tocaba pared, si conseguía escapar era el que ganaba el juego.

Obviamente para muchos de los peques de ahora este juego será una tontería y en los recreos usarán su videoconsola o su teléfono móvil, una paradoja que les hace estar solos pero a la vez interconectados con millones de personas en todo el mundo. Sea como sea, prefiero el contacto físico y disfrutar de unas buenas risas, empujones, gritos y todo aquello que nos gustaba tanto cuando éramos pequeños.

¡Daría lo que fuera por volver a aquella época!