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Hoy en día los juegos de mesa y todo lo que no sea videoconsola o PC están obsoletos. A pesar de ello, en los ochenta era algo básico para regalar. Un cumpleaños, una comunión, Navidad o los Reyes Magos, era suficiente como para regalar cualquiera de estos juegos. Estoy seguro de que si habéis nacido en los setenta o a principios de los ochenta los habréis conocido.

Los juegos que todos queríamos

A veces, lo más sencillo es lo que más éxito tiene y algo como Magia Borrás nos parecía como de otro mundo. Acostumbrados a ver en televisión a Juan Tamariz y cuando se llevaba la magia en la tele, apareció esto. Era una caja con un montón de utensilios que nos permitía convertirnos rápidamente en magos.

Hacer desaparecer bolas o una canica en una copa, agitar la varita y cambiar cartas eran algunos de sus trucos. Era como los Juegos Reunidos Geyper, cada caja más grande tenía más trucos y más cara era.

Ya que hablamos de Geyper, aunque ya tocamos ese tema en Nostalgia80, no podíamos olvidarlo. Tenía desde unos pocos juegos, como la oca, parchís, etc. hasta una caja de 65 juegos que tenía hasta ruleta.

Todo bien ordenado, clasificado en la caja y listos para divertirse. Cuando nos cansábamos de un juego nos íbamos a otro. Lo que no tenía era el Monopoly o el Palé, el tradicional juego donde teníamos que ir comprando calles.

Arruinar a nuestros adversarios, el objetivo del Monopoly y el Palé

La cuestión era dejar arruinados a nuestros adversarios. Cobra 20.000 cada vez que pases por la casilla de salida. Vaya a la cárcel sin cobrar los 20.000… ¿Os acordáis? Si hablamos de memoria quiero destacar el Cluedo, el juego de pistas donde la memoria tenía mucho que ver.

cluedo

Gracias a la memoria y a nuestra intuición teníamos que adivinar quién era el asesino en la casa repleta de personajes. Algo menos misterioso era el ¿Quién es quién? Juego que consistía en dos tableros con un montón de fichas y personajes.

Teníamos que ir haciendo preguntas para adivinar quién era el personaje de nuestro adversario. Se iban descartando opciones y se debía acertar o de lo contrario se perdía. Lo que sí que me perdía a mí era El Imperio Cobra, de Cefa. Un juego de dados de pura aventura en la que teníamos que vérnoslas con  gigantes, guerreros, monstruos y la propia reina Cobra en un juego para tres jugadores.

Algo más extraño pero divertido era el Telesketch, una pizarra portátil que gracias a dos mandos nos permitía dibujar. En su interior había polvo de aluminio, lo que hacía que se pegase a la pantalla. Cuando movíamos los mandos, lo que hacíamos era despegar ese polvo desde la parte de adentro, dando la sensación de que estábamos pintando.

Quimicefa, para jóvenes científicos

El Quimicefa era uno de los juegos más extraños que un niño podía recibir como regalo. ¿Para qué quería un niño un bote de sulfato de cobre? ¿Y de permanganato potásico? Nunca me gustó demasiado la química y este juego no duró demasiado tiempo en el mercado. Había muchas leyendas urbanas como la de que un niño hizo una bomba y explotó.

O la de que otro niño echó alguna clase de mineral en la comida de su familia y los mató a todos… Espero que solo sean leyendas urbanas. Otro día continuaré hablándoos de muchos otros juegos de mesa que se me han quedado  en el tintero.