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En el año 1980 y bajo la dirección de Sidney Poitier, sí, el actor, llegaba a los cines “Stir Crazy”, conocida en nuestro país como Locos de remate, la película que vamos a recordar hoy en esta entrada. Estaba protagonizada por uno de los mejores dúos cómicos del pasado siglo XX a mi entender, o al menos de la última mitad, Gene Wilder y Richard Pryor, a quien pudimos ver en tres comedias más de gran éxito como El expreso de Chicago (1975); No me chilles que no te veo (1989) y No me mientas que te creo (1991)

Además de esta excepcional pareja de cómicos también pudimos ver a otros actores como Georg Stanford Brown (uno de los secundarios negros más populares de finales de los setenta y principios de los ochenta), JoBeth Williams (Poltergeist, Wyatt Earp) y Craig T. Nelson entre otrosç.

La trama es tan hilarante como muchos de sus otros trabajos y los entendidos en el género de humor parece ser que no se ponen de acuerdo en si esta es la mejor que hizo este tándem o no, pero lo que está claro es que a pesar de ser una película sin un derroche de medios, consigue con creces su objetivo, entretener y arrancar una carcajada a los espectadores.

Nos cuenta la vida y aventuras de Skip Donahue y Harry Monroe, dos amigos de Nueva York un tanto estúpidos pero que necesitan encontrar trabajo y no dudan en hacer prácticamente casi todo lo que les ofrecen con tal de conseguir un poco de dinero para su maltrecha economía.

Un día les ofrecen un trabajo en el que deben disfrazarse de pájaros gigantes con fines publicitarios, pero con tan mala suerte que los atracadores de un banco han utilizado el mismo disfraz y ambos son detenidos y encarcelados como autores del atraco y aquí es donde comienzan las situaciones cada vez más hilarantes.

Ambos son condenados a muchos años de prisión pero no están dispuestos a cumplir con la pena que se les ha impuesto, por ello, y mediante una forma que no revelaré, consiguen escapar de la prisión para ser ellos mismos quienes intenten capturar a los verdaderos atracadores y poder probar su inocencia, desatando las situaciones más desternillantes que podamos imaginar. ¿La recordáis?