Cuando pienso en cómo eran mis veranos hace tiempo, cuando era un crío, me vienen a la mente imágenes imborrables y recuerdos que en ocasiones comparto con vosotros y en otras ocasiones pues me lo callo porque nada tiene que ver con la temática del blog, pero hoy no os vais a librar porque al igual que yo, seguro que también tuvisteis el calzado del que voy a hablar hoy.

¿Quién se acuerda de las sandalias de plástico o cangrejeras? Sí esas tan horribles que nos hacían ponernos nuestros padres o que supongo que alguien se las pondría con todo el gusto del mundo. Eran algo que formaba inexorablemente parte del verano de muchos y muchas jóvenes de aquel momento.

Para nuestros padres eran el calzado ideal porque así íbamos con los pies al fresco y no nos “cocían” en nuestras deportivas de siempre, además era verano, y punto, frase preferida por muchos padres cuando uno es pequeño, la cual seguro que recordaréis.

Las originales y genuinas sandalias cangrejeras

Al ser abiertas por todos lados daban fresquito, lo reconozco, pero al ser goma, la piel comenzaba a sudar de tal forma que si no las llevabas bien apretadas pues podías incluso resbalar dentro de la propia sandalia, además entraba toda la porquería de la calle y se te ensuciaban los pies una barbaridad.

Lo peor de todo era además de su hebilla, la cual se oxidaba con facilidad y si te pinchabas con ella tenías que ir a ponerte la antitetánica por lo menos, era cuando la propia hebilla desgarraba la goma donde se metía, entonces ya ni sandalias ni nada, eran para tirar.

Eran un calzado barato y que prácticamente tenía una vida de un verano, aunque… reconozco que hay gente que aún las lleva (espero que no desde los años ochenta). Fuera como fuera, casi todos las tuvimos y andábamos tan contentos, aunque hoy en día nos parezcan algo tremendamente horrible.