cumpleaños
Una de las cosas que con más cariño recuerdo, son las fiestas de cumpleaños que se montaban en mi casa en los años 80. Sin duda fue una época maravillosa que hoy voy a recordar con vosotros y que seguramente os traerá recuerdos de vuestras fiestas.

Los días antes de tu cumpleaños

Si el día de tu cumpleaños coincidía con temporada escolar y no con algún periodo de vacaciones, te encargabas de anunciar a todos tus colegas la proximidad del evento en clase o en el patio, pronto iba a ser tu cumple y necesitabas invitados.

Una de las tareas más divertidas era preparar las invitaciones: unas cartulinas, unos colores de madera y unas tijeras era todo el material que necesitabas. El aforo era limitado, tu madre se había encargado de dejarte bien claro cual era la cantidad máxima de amigos que iba a tolerar en casa para la gran fiesta, así que la decisión de invitar a los amigos era difícil cuanto más social fueras.

Una vez entregabas las invitaciones cada niño las entregaba a sus padres y del resto de la gestión de la fiesta no te enterabas de nada, eras normalmente las madres de tus amigos y de tu madre quienes se encargaban de rematar todos los flecos que quedaban pendientes.

La llegada de tus amigos

El gran día esperabas la hora de la tarde con gran emoción, tus mejores amigos iban a llegar e ibais a pasar una tarde formidable.

Tu casa estaba preparada, tú con ayuda de tu madre habías preparado la merienda y habías decorado la casa, había un montón de chuches y bebida gaseosa ¡La tarde prometía!.

A la hora acordada empezaban a llegar tus primeros invitados, aunque no te dejaban abrir aún el regalo que te traían, como mucho te dejaban ir viendo las tarjetas de felicitación. Las tarjetas de felicitación era algo que se curraba tu amigo o amiga a mano, estas tarjetas se basaban en un dibujo relacionado con el evento y mensajes de cumpleaños. En aquella época no era el regalo que más te gustaba, pero hay que reconocer que tenían su encanto.

La merienda

Por fin reunías a todos tus amigos, era el momento de poner un poco de orden y merendar, este era el momento en que abrías los regalos, los mejores eran los que habían comprado los padres de tus amigos (siempre que no fueran ropa), aunque hay que reconocer que el valor más sentimental lo habían sumado aquellos que gastaban su paga de varias semanas en comprarte algo medianamente decente.
Tras estar un rato a la mesa con las chuches, llegaba el momento de la tarta, en mi caso siempre era tarta de la abuela: la típica hecha con galletas, crema pastelera y chocolate. ¡Estaba riquísima!

Hora de juegos

La fiesta seguía con la sesión de juegos, que bien podía ser en casa o en la calle, si se optaba por quedar en casa, no faltaban los juegos de mesa y las películas, si tenías video en casa, era un momento ideal para utilizarlo.

Al final el día era bastante intenso, tus invitados se iban yendo según sus madres se iban cansando y acababas con la agradable sensación de haber pasado un gran día. A fin de cuentas, tú habías sido el protagonista todo el tiempo.