El 24 de febrero de 1989 estuvo marcado por la tragedia en los cielos. El vuelo 811 de United Airlines sufrió lo que se conoce como descompresión explosiva, algo que fue originado por la apertura en pleno vuelo de una de las puertas de carga, haciendo que fuesen literalmente succionados 9 pasajeros que no llevaban el cinturón de seguridad.

Despegó con destino Australia desde el aeropuerto de Honolulu, en el estado norteamericano de Hawai, con 355 personas a bordo. En pleno vuelo la compuerta de carga se abrió y se desprendió, ocasionando la citada descompresión.

La muerte de los 9 pasajeros no pudo ser peor, algunos cayeron directamente sobre el Océano Pacífico y otros fueron a parar a los motores 3 y 4, falleciendo en el acto y provocando un incendio en este último.. Ante esta situación los pilotos apagaron el motor número 3.

Así quedó el vuelo 811 de United Airlines

Ambos informaron al control de tráfico aéreo y retornan a Honolulu mientras descienden a una altura respirable dado que la explosión había dañado seriamente el sistema de oxígeno del avión, lo que ponía en peligro a todos los que iban a bordo del aparato.

Finalmente, y a pesar de que un Jumbo muy cargado no puede volar con dos motores por demasiado tiempo, el vuelo 811 pudo aterrizar y se evacuaron a las 346 personas que aún quedaban dentro del avión siniestrado. La agencia de seguridad aérea determinó que la puerta de carga no se había cerrado correctamente antes de despegar.

Pero no contentos con esta explicación, los padres de una de las víctimas comenzaron a investigar y descubrieron que Boeing había hecho un mal diseño de la puerta, algo que costó la vida a 9 personas y grandes daños morales al resto del pasaje y tripulación. Desconozco a cuánto ascendería el monto que Boeing tendría que pagar como indemnización, pero seguro que fueron muchos millones de dólares, no solo a las personas, que era lo más importante, sino para subsanar ese fallo estructural en todos los aparatos de la gama y generaciones posteriores.