Vuelvo al ataque con aquellas “cosas” que había en los ochenta y que por aquel entonces eran un auténtico furor y hoy en día las ves y pasa directamente a ser un icono del glamour retro o lo más kitch digno de estar en la habitación del más friki o incluso encima de la televisión de alguna viejecita “moderna”.

¿Cuántas cosas recordáis de los ochenta que puedan ocurrirles lo mismo hoy en día? Si no os acordáis de muchas o de las que teníais constancia ya hablamos en este blog, hoy os traigo otra que seguro que os traerá alguna clase de recuerdos.

La flor bailarina, bueno… la verdad que no recuerdo como se llamaba pero es lo más digno que puedo decir sobre esto, un producto que cuando fue lanzado fue un tremendo éxito y que poco a poco iba quedando relegado a las famosas tiendas de los “veinte duros” en España, desconozco como podían llamarse en otros lugares del mundo.

La curiosa flor bailarina

De flor tenía únicamente la forma, era de plástico y cuando se ponía música, la muy cachonda comenzaba a bailar para el disfrute de toda la familia, en especial los abuelos, que veían aquello como un adelanto de la tecnología digna de cualquier novela de Isaac Asimov.

Pero con el tiempo descubrías que también bailaba si cantabas, tocabas las palmas o hacías cualquier clase de ruido fuerte y ya te sentías un poco defraudado porque la florecilla no era tan buena como pensabas. Pero al poco tiempo apareció otra variación, el bote bailarín.

La mecánica, y nunca mejor dicho, era la misma, lo que pasa que en vez de una flor era un bote de bebida (de plástico tb) con auriculares y gafas de sol que cuando había algún sonido fuerte, ni corto ni perezoso comenzaba a moverse como si de un abuelito reumático se tratase.

Cosas de estas no es que hicieran precisamente grande a la década de los ochenta pero ya se sabe, para que salga algo bueno debe salir mucho malo…