¿Qué era lo que jamás podía faltar en una buena mochila de colegio? Además del bocata, los plastidecor, gomas de borrar y la cerbatana de turno para fastidiar a nuestros compañeros lo más común era tener un estuche o plumier donde guardar nuestras más preciadas pertenencias.

Unos eran de tela de diferentes colores y marcas, principalmente deportivas, otros eran esos con forma cuadrada y un exterior imitando a piel de colores horrorosos y otros eran… lo más de lo más, eran de plástico duro y dentro venían los mejores rotuladores que podíamos imaginar por aquel entonces.

Se trata del maletín de la marca Pelikan, sí los conocidos rotuladores tenían su propio maletín en tres tamaños diferentes, pequeño, mediano y el grande, el que queríamos todos y que venía con toda clase de rotuladores para poder dar color a lo que nuestros compañeros no podían con sus ceras.

¿Os acordáis de este estuche?

Contaba con un buen muestrario de colores, la mayoría de ellos totalmente inútiles, pero ahí estaban, asimismo contaba con un pequeño departamento especial para una escuadra, cartabón, compás, etc. y otro donde estaban los lápices, lapiceros, gomas de borrar y esas gomas que podían borrar hasta el bolígrafo (incluso el papel entero si te descuidabas frotando).

Tener aquel estuche era símbolo de que estabas ahí, o al menos era lo que muchos llegaron a pensar. Pero con lo bien que iba yo con mi estuche de tela con cuatro bolígrafos (azul o negro para escribir, rojo para subrayar o destacar errores y el verde para hacer el tonto), mi lapicero y mi goma de borrar Milán. Era el más feliz de clase.

¿A vosotros qué os tocó usar?