Continuamos en el mundo del cine y vamos a dar un salto desde 1981 hasta 1986, donde recordaremos otra comedia, pero esta con mucho más éxito si cabe que Porky’s. En esta película veíamos a un joven Tom Hanks en plena efervescencia en cuanto a papeles de comedia y a Shelley Long, una famosísima actriz del momento gracias a trabajar en una de las series más famosas de la década de los 80, “Cheers”.

Ambos estaban bajo la batuta de Richard Benjamin, uno de los directores norteamericanos más versátiles y que uno de sus trabajos era sinónimo de encontrarse con un producto original, en este caso una hilarante comedia titulada “Esta casa es una ruina”, que también destaca por haber sido producida por Steven Spielberg.

Intentando dar electricidad a la casa

Anna es una joven y bella violinista que vive temporalmente con su novio Walter en el apartamento de su ex-marido, un importante director de orquesta. Todo parecía ir bien hasta que un día éste aparece en la casa y decide que se va a quedar a vivir él ahí y por tanto la pareja debía abandonar la casa.

Ante este problema Walter decide recurrir a su amigo Jack, un agente de la propiedad que se pondrá en busca de una buena casa para la pareja protagonista. Finalmente encuentra un lugar que considera como una auténtica “ganga” y decide ofrecérsela a Anna y Walter, diciéndoles únicamente que hay que hacer unas pequeñas reparaciones sin importancia, pero que realmente es un auténtico golpe de suerte.

Ambos, convencidos por Jack deciden mudarse a su nueva casa, convencidos de que han encontrado el hogar de sus vidas. Nada más y nada menos que una construcción que había sido propiedad de un excéntrico artista. Todo parecía perfecto, era el primer día de su camino a la felicidad… Pero no es oro todo lo que reluce y las palabras de Jack se esfumaron con el viento, al igual que él. Y poco a poco van descubriendo que no es ni el hogar de sus sueños ni van a encontrar la felicidad en esa casa.

Aspecto exterior de «hogar dulce hogar»

Escaleras que se caen, agujeros en el suelo tapados con alfombras, tuberías por las que sale el agua disparada (cuando la hay) y una sucesión de desastres que sumados a los continuos gags cómicos y a la tensión del espectador esperando a ver qué es lo que se va a romper en la siguiente escena, son los ingredientes de esta disparatada comedia que os recomiendo que la veáis si no lo habéis hecho ya.

¡Cuánto echo de menos el cine de los ochenta!