Hoy nos vamos al año 1984 para recordar una película que para muchos pasó desapercibida pero que realmente era una delicia, como muchas otras de las películas para jóvenes de los años ochenta. Se titula “El último starfighter” y nos cuenta la historia de Alex Rogan, un chico normal y corriente que vivía con su madre y su hermano pequeño en un parque de caravanas de Estados Unidos.

El joven, como muchos otros de su edad, soñaba con ir a la Universidad para poder convertirse en alguien importante el día de mañana. Mientras espera la respuesta de la facultad el eje vertebrador de su vida eran su novia y una máquina de videojuegos hasta que un día recibe una carta de la Universidad.

Alex ilusionado corre a abrirla, pero lo que leyó no era lo que esperaba y había sido rechazado de la Universidad y todo parece venirse abajo hasta que recibe una inesperada visita, un extraño y misterioso personaje llamado Centaury, que finalmente resulta ser un extraterrestre.

Una de las escenas de la película

Este personaje decide reclutar al joven Alex para participar en una liga espacial como el último de los starfighters vivientes. Pero… ¿por qué Alex? En realidad, la máquina a la que tanto jugó, había sido creada por Centaury para encontrar a los mejores pilotos y Alex había sido el único humano que había conseguido superar todas las pruebas.

De esta forma el alienígena convence a Alex para que visite la base de starfighters, cómo son sus naves y todo aquello. Mientras tanto Centaury deja un androide clónico en la Tierra para que nadie se dé cuenta de su falta.

Centaury consigue convencerle para que visite la base que alberga a los Starfighters, las naves de combate que utilizan para defenderse, y deja en su lugar a un androide con la apariencia de Alex para que nadie descubra su ausencia.

Ahora la pelota estaba en el tejado de Alex. ¿Podría acabar con la invasión que estaba sufriendo la raza de Centaury? Si no la habéis visto seguro que despertará en vosotros ese sentimiento de película infantil de los fines de semana que tanto se echa de menos.