Quizá a vosotros también os pase lo mismo, pero aunque soy bastante joven, tiendo a pensar que antes los deportes eran muchísimo más competitivos que ahora, dado que no había tanto avance científico y mucho menos tecnológico que hacen que las botas de un jugador de fútbol apenas pesen 150 gramos, que los sistemas de seguridad de un fórmula 1 sean casi como los de un cohete que se va al espacio o que una raqueta de aleación de grafito sea menos pesada que tres raquetas de la década de los ochenta juntas.

Y si de raquetas hablo, los amantes del tenis seguro que tendréis muy buenos recuerdos de los ochenta de este deporte. Con la resaca de la sempiterna lucha entre Bjorn Borj y del polémico y malhumorado John McEnroe, sobre todo en Roland Garros (la bola entró!) dos figuras entraban fuerte en el panorama de este torneo tras haber ganado cada uno tres títulos en la tierra parisina, el sueco Mats Wilander y el checo Ivan Lendl.

Mats Wilander en la tierra francesa del Roland Garros

Ambos, acostumbrados a la hierba de Wimbledon, mantuvieron una deportiva lucha por hacerse con la supremacía de Roland Garros. Fue en 1982 cuando el sueco ganaba su primer título en París, después de haberlo conseguido Borg durante cuatro años seguidos, uno de ellos frente a Lendl en la final de 1981, pero este último lo ganaba en 1984 por primera vez.

Entre los años 1985 y 1987 tanto Wilander como Lendl se verían las caras en la final del popular torneo francés. Estaba considerado como uno de las finales más interesantes desde hacía bastantes años, sin contar, obviamente, con McEnroe y Borg. Era un verdadero duelo de titanes que contaba con el metódico y casi científico juego de Lendl contra el demoledor saque y resistencia de Wilander.

Ivan Lendl en plena final en París

En la primera final el sueco remontaba el 3-6 inicial de Lendl y finalmente el encuentro terminó a favor de Wilander por 6-4, 6-2 y 6-2. Pero la revancha no se haría esperar mucho, en 1987 se volverían a ver las caras en una de las finales más recordadas del torneo de Roland Garros.

Otra pugna de pesos pesados donde ambos jugadores estuvieron en tensión durante todo el encuentro, con la boca sedienta, los músculos en tensión, los ojos al rojo vivo y los nervios a flor de piel, para que finalmente Ivan Lendl tuviera su vendetta deportiva con un resultado de 7-5, 6-2, 3-6 y 7-6.

Sigo diciendo que el deporte antes era verdadero deporte y no tanto espectáculo como lo es ahora. ¿Vosotros qué pensáis?