Prosigo con los arcades y hoy traigo uno que era una auténtica joya en comparación con lo que estábamos acostumbrados a ver en los tradicionales salones recreativos. Algunos no tuvieron la oportunidad de verlo y otros tuvimos la oportunidad de jugarlo, recuerdo que cada vez que alguien metía dos monedas de 25 pesetas (una máquina de las caras a mediados de los 80) toda la gente del salón recreativo se ponían a tu lado para disfrutar de aquel fantástico juego. Hoy le llega el turno a Dragon’s Lair.

¿Y qué tenía este juego que sobresalía entre los demás? Pues algo muy sencillo y que tiene relación con lo que comenté al principio, la calidad. Hasta aquel entonces las máquinas recreativas gozaban de unos gráficos medianamente decentes (para aquella época) pero cuando fue lanzada esta recreativa todo cambió.

La calidad de los gráficos era impresionante

Gracias primero a sus excepcionales gráficos generados por algo parecido al láser disc que daba una calidad nunca vista hasta entonces y segundo porque la máquina poseía dos pantallas colocadas en vertical que la hacía mucho más vistosa, aunque en otras versiones el armazón de la máquina se vio reducido a una sola pantalla.

En Dragon’s Lair encarnábamos a un valiente pero torpe guerrero llamado Dirk the Daring y nuestra misión era la de rescatar a la princesa Daphne de las garras del supermalvado mago Mordroc en una aventura que nos llevaría a adentrarnos en un castillo encantado repleto de trampas, monstruos y diferentes obstáculos que tratarán de impedir sea como sea que lleves a cabo el rescate.

Una de las pantallas del juego

Luchas entre caballeros, jugar al ajedrez de una forma un tanto diferente (los que hayáis jugado me entenderéis), saltos casi imposibles y el característico toque de humor cuando fallamos en una misión y el caballero muere o se cae por un precipicio. Y a ello se le sumaba aquella música y los efectos especiales que convertían a este arcade en uno de los más deseados de aquella época y que hoy en día gracias a los emuladores podemos revivir aquellas fechas en las que nos daban la paga y de vez en cuando íbamos a “invertirla sabiamente” en los salones recreativos.

¿Recordáis al caballero Dirk?