Vacaciones en los años ochenta

Las vacaciones de hoy en día poco o nada tienen que ver con aquellas que pasábamos en los años ochenta. Hoy en día una maletas de cabina es de lo más común, compacta, rígida, duradera y con mucho estilo. Todo lo diferente que eran aquellas enormes maletas de piel o imitación que muchas familias teníamos para viajar. ¿Os acordáis?

¿Cómo eran las vacaciones en los años ochenta?

Cada uno tiene sus propios recuerdos y no todas las vacaciones en aquellos años fueron iguales, pero sí hubo algunos aspectos que se repetían. Como por ejemplo el equipaje en los coches, tren o en el autobús. Las únicas maletas infantiles que había por aquel entonces era nuestra mochila, lo demás iba todo repartido en las grandes maletas que llevaba la familia.

Los viajes en coche eran un suplicio, según se mirase. A la abuela o al abuelo siempre le tocaba atrás, con los más peques. Nosotros, pegados a la ventanilla como si estuviésemos embarcándonos en un viaje interminable, aunque fuera a 200  kilómetros de nuestra casa, pero para nosotros era más que suficiente.

Las familias más animadas, cantaban en el viaje mientras, los que tenían más suerte, iban escuchando la radio o algún cassette. Las paradas no eran en áreas de descanso sino en gasolineras o en algún pueblo. En las gasolineras podíamos estirar las piernas mientras se llenaba el depósito. Además, podíamos incluso comprar algún cassete de aquellos expositores que daban vueltas sobre sí mismos.

Si parábamos en un pueblo, siempre había abierta el típico establecimiento que era tienda, farmacia, bar y de todo. Allí nos tomábamos algo (además de la tradicional biodramina contra el mareo) y reponíamos fuerzas para continuar.

Tradiciones en las vacaciones ochenteras

En mi familia, cuando llegábamos a un nuevo destino, lo primero que hacíamos era comprar postales para no olvidarnos. Las mandábamos una vez se habían rellenado y así nos olvidábamos de tener que hacerlo más adelante. Sólo nos preocuparíamos de disfrutar de las vacaciones.

Ya establecidos, bien en una casa familiar o alquilada, llegaba el momento de organizarse y deshacer las maletas. En mi caso era solo una mochila y en unos segundos ya tenía lista la toalla, el cubo y la pala y la pelota. Algunos años tuve una colchoneta que me hacía sentirme especial, aunque me costase recuperar el resuello después de inflarla a pleno pulmón,

Tuppers de aluminio de color azul y fucsia metalizado, con cierres de pinza y con platos metálicos en su interior. Vasos telescópicos y una botella de Kas de cristal de un litro y medio y ya estaba todo listo para comer en la playa. Después quedaban las dos horas de rigor para poder bañarse. De lo contrario me daría un corte de digestión y se acabarían las vacaciones.

Otros años pude coger la bicicleta y al más puro estilo Verano Azul, me recorría toda el destino. Estos son algunos de los muchos recuerdos que tengo de mis vacaciones en los años ochenta cuando era un crío. De edlas guardo una gran nostalgia y que seguro que vosotros también.