Vamos a hacer un poco de memoria y vamos a intentar recordar qué era lo que más nos gustaba de los productos de bollería que comíamos de pequeño cuando teníamos suerte (Véase Bony, Tigretón, etc) La verdad que el producto era realmente delicioso, con cantidades ingentes de azúcar para saciar nuestro voraz apetito de golosinas.

Pero lo que más nos gustaba, al menos en mi caso, eran los pequeños regalos que traía el envase, muchas veces pegatinas con los personajes de la serie más famosa del momento o lo mejor de todo, las calcomanías, algo que ha regresado en esta década pero que ahora se conoce como Tatoos o tatus y con motivos tribales y bastante mejores que los originales.

Aunque no tienen la misma difusión que tuvieron por ejemplo en la década de los ochenta donde todos, alguna vez, nos hemos puesto en manos, brazos u otras partes del cuerpo este producto que se aplicaba con agua a través de un papel y las imágenes quedaban grabadas en nuestra piel, de esta forma podríamos vacilar delante de nuestros compañeros o quedar como auténticos cerdos si con el paso de los días nuestros amigos seguían viendo restos de calcomanía…

¡Me encantaban las de superhéroes!

Tal como se hacen los presidiarios, legionarios etc, desde pequeños tenemos ese “algo” que nos incita a ornamentar nuestro cuerpo, aunque eso sí, a una escala diferente. No es lo mismo tener un puñal, la bandera española y un “Amor de Madre” en letras grandes, que la cabeza de C3PO o la cara de Butragueño.

Pero no únicamente eran para la piel, sino que los más listos usaban esas mismas calcomanías para decorar su libreta o carpeta y después las forraban para que su decoración les aguantase al menos medio curso. Seguro que tu has sido de aquellos que en alguna ocasión se ha puesto uno de estos curiosos adornos que tanto se llevaron no solo en la década de los ochenta, sino anteriormente también.

¿Me equivoco?